viernes, 6 de septiembre de 2013

Que pasó en Singapur




Llegamos a Singapur tarde, a las once de la noche, y siguiendo las indicaciones de Ángela tomamos un taxi hasta su casa, un coqueto apartamento en una comunidad de altos edificios y piscinaca, cerca de Little India, una zona con buen ambientillo.





Nos recibieron con sonrisas y abrazos y nosotros llegamos con sonrisas, fuet y jamoncito de mi prima. Conocimos a Mónica, amiga de Ángela, que también estaba pasando allí unos días. Son un par de dos tan guapas y dicharacheras, tan glamurosas pero sencillas, que estuve planeando matarlas, al final lo dejé correr. Llegué a la ciudad con ganas de cambiar mi opinión sobre ella, pues en el último viaje estaba tan cansada que todo me pareció un poco feo, y así lo hice, me lo he pasado tan bien que pienso repetir.




 
Nos acompañaron a visitar la parte más nueva y brillante de Singapur y me pareció alucinante. También nos llevaron a comer a Food courts, que son unos lugares donde hay un montón de puestecillos de comida rica, rica, en la calle. Me han contado que lo singapurienses tienen dos pasiones: comer y comprar, así que lo más puedes encontrar por sus calles son 1º puestos de comida o restaurantes y 2º centros comerciales o tiendas. 
Si, Singapur tiene pasta, mucha pasta.





Como Diego y Ángela trabajaban Pedro y yo hicimos un poco de turismo por nuestra cuenta también. Visitamos el Museo de las Civilizaciones Asiáticas (que no pudimos terminar, dada su extensión) y el Jardín Botánico, con su parque de orquídeas incluido. Algunas de aquellas flores me hicieron llorar con su belleza, aunque lamento informar que la cámara se quedó sin batería, así que no hay fotos de las flores más bonitas.








Nos despedimos de nuestros anfitriones con alegría, agradecidos por los buenos momentos compartidos y sabedores de que pronto nos volveremos a encontrar, en Singapur o en Indonesia. Con algunas peripecias y carreras conseguimos llegar a la frontera con Malasia para tomar un tren nocturno que nos llevaría a Kuala Lumpur. Mientras estaba en el cubículo de mi litera pensé que no había sabido transmitir a mis amigos el profundo agradecimiento que siento por su cariñosa y generosa hospitalidad. Espero poder devolvérsela pronto.

Ángela, Diego y Mónica, ha sido un verdadero placer, gracias. 




 

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