miércoles, 27 de noviembre de 2013

LOS ÚLTIMOS DIAS DE DAYLA



Y a Maumere llegamos, ciudad al este de la isla de Flores, que como pasa en la gran mayoría de ciudades de Indonesia, mejor si no te quedas, así que nada más llegar nos cogimos un bemo y nos fuimos a las afueras, a unos 25 km. Bordeando la costa hacia el oeste se llega a una zona donde hay varios chiringuitos con cabañas al borde de las playas, nosotros escogimos el Sunset Cottages, cabañas echas de bambú, al borde del agua, en un entorno selvático, con sólo 4 horas de electricidad al día, sin internet por supuesto y rodeados de insectos del tamaño de mi mano. Allí te daban de desayunar, de comer, y de cenar, no hacía falta moverse de los 500 metros cuadrados que rodeaban a nuestra cabaña. La verdad es que no pintaba mal para pasar los últimos días en compañía de Dayla, que volvía para Grecia el día 9 de Noviembre.
El plan fue el siguiente: relax, je je, bueno intercalado con alguna actividad un poco menos ociosa.
 
 Un día fuimos a bucear con un centro de buceo que había un par de kilómetros más adelante. Hicimos un par de buceos en una isla que estaba enfrente de la costa pero en el bote de pescadores que fuimos tardamos una horita y media bien buena, eso sí, en el trayecto de ida nos cruzamos con un mar de delfines. Había decenas cruzando delante nuestro, pasamos por al lado y los veíamos a través del agua cristalina como jugaban, siguiendo a la barca y saltando de tanto en tanto, fue emocionante. Los buceos también estuvieron bien, hicimos un par, el segundo fue diferente porque el objetivo era ver la vida macro, o sea a los pezqueñines, vimos al cangrejo orangután, del tamaño de mi uña, pero realmente parecía un orangután, por color y forma y una especie de crustáceos eléctricos que se escondían entre los agujeros de las rocas y cuando el guía los alumbraba soltaban unos destellos eléctricos muy singulares. Fueron los últimos buceos de Dayla en Indonesia, después de que Hugo la animara a descubrir este mundo subacuático no había quien la parara, quería bucear cada día.



Otro día nos tiramos la manta a la cabeza y decidimos ser valientes, nos fuimos a Maumere, la ciudad, buscando cosas modernas, como internet, una oficina postal para que Dayla le enviara una postal a su abuela, una oficina de Pelni para preguntar por horarios de barcos, cosa muy común en Indonesia (tiene como 17.000 islas), una bakery donde comprar pasteles y galletas y bueno, un poco más de contacto humano, que al fin y al cabo somos seres sociales.

Así que después de unas horas en la ciudad, escuchando las risas de los  indonesios, pasando calor y escuchando las palabras mister y miss cada dos por tres dimos por finalizada nuestra aventura urbana, cogimos un bemo, que en situaciones occidentales podría llevar a 7 personas, que nosotros compartimos con 18 adultos, 3 niños, y un sin fin de paquetería que ya le gustaría a Nacex poder llevarla en una furgoneta, aún y así conseguimos llegar sanos y salvos . Olé!!!
Otro día nos aventuramos en el mundo del buceo de superficie, volvimos a coger un barco de pescadores, volvimos a ir a las islas de enfrente, volvimos a ver a las decenas de delfines esta vez más saltarines y volvimos a ver pececillos y corales de todos los colores y formas, esta vez con unas gafas y un tubo y acompañados de unos finlandeses muy majos ellos.
Los otros días pasaron entre olas, brisa marina, juegos de mesa, alguna tormenta en el horizonte, baños a las 6 de la mañana y la tranquilidad que te contagian las subidas y bajadas de la marea.
Y al final paso lo que tenía que pasar, que aunque tuviera, ninguno quería que pasara, pero así fue. Llego el día 9 y con toda nuestra pena tuvimos que despedirnos, Dayla nos dejaba, volvía con las pilas recargadas a su Grecia adoptiva y nos dejaba a Yolanda y a mí con un agujerito en el corazón que costaría rellenar. Dayla por aquí te esperamos, ha sido espectacular contar contigo en el comienzo de nuestra aventura indonesia.




Bueno y como siempre pasa cuando alguien se marcha, lo mejor que puedes hacer es marcharte tu también, je, para no desentonar. Yolanda y yo debíamos tomar una decisión, continuar hacia el este, a la isla de Alor, y continuar nuestras vacaciones, o regresar al oeste, a Bali, dando por finiquitadas nuestras infinitas vacaciones y empezar a buscarnos un poco la vida por este país que nos acoge, y como muchos de vosotros ya sabréis pues decidimos regresar al oeste, a las modernidades y facilidades de la turística Bali. Así que no corto ni perezoso compramos unos billetes de avión y en un par de días volamos a Denpasar, la capital de Bali, y de allí cogimos un taxi y para Sanur, zona de playa oeste de Bali, donde nos esperaban con los brazos abiertos Anna y Miguel, pero no íbamos a estar solos?? La aventura continuará próximamente. 
 
Pedro.

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