Y a
Maumere llegamos, ciudad al este de la isla de Flores, que como pasa
en la gran mayoría de ciudades de Indonesia, mejor si no te quedas,
así que nada más llegar nos cogimos un bemo y nos fuimos a las
afueras, a unos 25 km. Bordeando la costa hacia el oeste se llega a
una zona donde hay varios chiringuitos con cabañas al borde de las
playas, nosotros escogimos el Sunset Cottages, cabañas echas de
bambú, al borde del agua, en un entorno selvático, con sólo 4
horas de electricidad al día, sin internet por supuesto y rodeados
de insectos del tamaño de mi mano. Allí te daban de desayunar, de
comer, y de cenar, no hacía falta moverse de los 500 metros
cuadrados que rodeaban a nuestra cabaña. La verdad es que no pintaba
mal para pasar los últimos días en compañía de Dayla, que volvía
para Grecia el día 9 de Noviembre.
El
plan fue el siguiente: relax, je je, bueno intercalado con alguna
actividad un poco menos ociosa.
Un
día fuimos a bucear con un centro de buceo que había un par de
kilómetros más adelante. Hicimos un par de buceos en una isla que
estaba enfrente de la costa pero en el bote de pescadores que fuimos
tardamos una horita y media bien buena, eso sí, en el trayecto de
ida nos cruzamos con un mar de delfines. Había decenas cruzando
delante nuestro, pasamos por al lado y los veíamos a través del
agua cristalina como jugaban, siguiendo a la barca y saltando de
tanto en tanto, fue emocionante. Los buceos también estuvieron bien,
hicimos un par, el segundo fue diferente porque el objetivo era ver
la vida macro, o sea a los pezqueñines, vimos al cangrejo orangután,
del tamaño de mi uña, pero realmente parecía un orangután, por
color y forma y una especie de crustáceos eléctricos que se
escondían entre los agujeros de las rocas y cuando el guía los
alumbraba soltaban unos destellos eléctricos muy singulares. Fueron
los últimos buceos de Dayla en Indonesia, después de que Hugo la
animara a descubrir este mundo subacuático no había quien la
parara, quería bucear cada día.
Otro
día nos tiramos la manta a la cabeza y decidimos ser valientes, nos
fuimos a Maumere, la ciudad, buscando cosas modernas, como internet,
una oficina postal para que Dayla le enviara una postal a su abuela,
una oficina de Pelni para preguntar por horarios de barcos, cosa muy
común en Indonesia (tiene como 17.000 islas), una bakery donde
comprar pasteles y galletas y bueno, un poco más de contacto
humano, que al fin y al cabo somos seres sociales.
Así que después
de unas horas en la ciudad, escuchando las risas de los indonesios,
pasando calor y escuchando las palabras mister y miss cada dos por
tres dimos por finalizada nuestra aventura urbana, cogimos un bemo,
que en situaciones occidentales podría llevar a 7 personas, que nosotros compartimos con 18 adultos, 3 niños, y un sin fin de paquetería
que ya le gustaría a Nacex poder llevarla en una furgoneta, aún y
así conseguimos llegar sanos y salvos . Olé!!!
Otro
día nos aventuramos en el mundo del buceo de superficie, volvimos a
coger un barco de pescadores, volvimos a ir a las islas de enfrente,
volvimos a ver a las decenas de delfines esta vez más saltarines y
volvimos a ver pececillos y corales de todos los colores y formas,
esta vez con unas gafas y un tubo y acompañados de unos finlandeses
muy majos ellos.
Los
otros días pasaron entre olas, brisa marina, juegos de mesa, alguna
tormenta en el horizonte, baños a las 6 de la mañana y la
tranquilidad que te contagian las subidas y bajadas de la marea.
Y al
final paso lo que tenía que pasar, que aunque tuviera, ninguno
quería que pasara, pero así fue. Llego el día 9 y con toda nuestra
pena tuvimos que despedirnos, Dayla nos dejaba, volvía con las pilas
recargadas a su Grecia adoptiva y nos dejaba a Yolanda y a mí con un
agujerito en el corazón que costaría rellenar. Dayla por aquí te
esperamos, ha sido espectacular contar contigo en el comienzo de
nuestra aventura indonesia.
Bueno
y como siempre pasa cuando alguien se marcha, lo mejor que puedes
hacer es marcharte tu también, je, para no desentonar. Yolanda y yo
debíamos tomar una decisión, continuar hacia el este, a la isla de
Alor, y continuar nuestras vacaciones, o regresar al oeste, a Bali,
dando por finiquitadas nuestras infinitas vacaciones y empezar a
buscarnos un poco la vida por este país que nos acoge, y como
muchos de vosotros ya sabréis pues decidimos regresar al oeste, a
las modernidades y facilidades de la turística Bali. Así que no
corto ni perezoso compramos unos billetes de avión y en un par de
días volamos a Denpasar, la capital de Bali, y de allí cogimos un
taxi y para Sanur, zona de playa oeste de Bali, donde nos esperaban
con los brazos abiertos Anna y Miguel, pero no íbamos a estar solos??
La aventura continuará próximamente.
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