miércoles, 20 de noviembre de 2013

Moni




Cuando decidimos marchar no había autobús, pero con bemos matutinos y buena voluntad conseguimos llegar a Ende. Allí teníamos que tomar otro autobús  a Moni, pero cuando llegamos a la terminal no habían ya autobuses, y además la carretera estaba cortada por un derrumbe de montaña de padre muy señor mio, así que pasamos la noche en Ende, ciudad sin atractivos donde encontramos una pastelería de padre muy señor mio también. 


Al día siguiente fuimos en bus local a Moni, aunque tuvimos que esperar un rato a que abrieran la carretera de escombros, pero al fin llegamos.
¡ Que bonito Moni!  es apenas una aldea de montaña cuyo fresquito agradecimos mucho. Además de visitar el Kelimutu al amanecer con sus tres lagos volcánicos de diferentes colores descubrimos algunos interesantes paseos por aldeas tradicionales, cascadas solitarias y aguas termales entre arrozales (esto último se que suena bien, pero en un arrozal hace mucho calor, y darte un baño calentito es en lo último que piensas). 

  Pasamos unos días muy agradables allí y aceptamos la recomendación de ir a cenar al restaurante Bambú, donde sólo sirven cenas que hay que encargar por la mañana. 
Tiene un menú estándar y cuesta bastante más de lo habitual pero aun me acuerdo en sueños de aquella cena. Preparan una selección de los más exquisitos platos de la zona y sus sabores te transportan al paraíso, en serio, no exagero. El menú estaba formado por un tipo de arroz del que sólo hay una cosecha anual, sopa de verduras ahumadas con leche de coco, flor de plátano cocinada con frutas exóticas y pollo con crema de nueces de macadamia, todo sazonado con una mezcla, secreto de familia, de hiervas y especias. Me enamoré. El cocinero es un joven que, muy amablemente, va explicando a los turistas que encuentra de que va su negocio, y como en ocasiones se pone un poco insistente, me consta que hay quien ha declinado su oferta perdiéndose así esta maravilla, una pena.


Después de todo esto, tomando un zumo con nuestras mochilas, esperando al borde de la carretera, nos paró un coche público, que es igual que uno privado pero más económico, y así, confortablemente, pusimos rumbo a Maumere.






No hay comentarios:

Publicar un comentario